Presente lo tengo yo

Archivo expiatorio

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Periodismo
Abril 16, 2021 18:25 hrs.
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Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

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Oficio duro es el del archivista. Eso me lo imagino, pues nunca he tenido a mi cargo ningún archivo, y no conozco entonces vis-á-vis, o sea cara a cara, los trabajos y afanes de los archivadores.

(Entre paréntesis, curiosa expresión es esa, ’vis-á-vis’, con acento sobre la a. Proviene del francés y significa, como ya dije, ’cara a cara’. Había unas butacas dobles, unidas entre sí, en las cuales al sentarse dos personas quedaban frente a frente. Había también unos carruajes de dos ruedas con dos asientos, el uno frente al otro. Aquellas butacas y estos carruajes se llamaban ’vis-á-vis’. En Mérida se ven bancas así, hechas de cemento, en los parques de la bella ciudad. Un dato escatológico: en la terminología carcelaria de principios del pasado siglo, en las prisiones de la Ciudad de México, a la visita conyugal se le denominaba con erudita elegancia ’el visavís’).

La historia de los humanos no está escrita en oro ni en hierro, sino en papel (Quizá si estuviera escrita en esos metales no llevaría tantas faltas de ortografía). El espíritu se me abruma cuando pienso en todas las dificultades que afrontaría la Humanidad si no hubiera papel. Para escribir, digo. Nos veríamos obligados a labrar nuestros pensamientos en la piedra, y eso requiere mucho esfuerzo.

Para colmo los pueblos herederos de la España somos muy papeleros. A algún tesorero de la Madre Patria se le ocurrió la idea del papel sellado como medio para que el Estado se allegara recursos. Toda solicitud debía presentarse por escrito y con 15 copias. Por cada hoja percibía un ingreso la hacienda real. De ahí tanto papeleo. A eso quizá se debe también el exceso de fórmulas que usamos, aun en nuestros días, en la correspondencia oficial. El empleo de tantas barrocas frases de cortesía y obsequio hacía llenar más hojas, con el consiguiente aumento en la recaudación.

Está en mi biblioteca un curioso libro escrito por dos viajeros europeos, francés el uno y alemán el otro. El tal libro, escrito hace poco menos de un siglo, se llama ’Savoir vivre internacional’, y es un conjunto de recomendaciones para no tener problemas cuando se viaja por tal o cual país. Hablando de México dicen esos señores trotamundos:

’... Los mejicanos (escriben con jota la palabra) han conservado la afición al florilegio epistolar, que nosotros hemos perdido. También han guardado el gusto por la hipérbole. Usan como fórmulas cotidianas de cortesía expresiones que a nosotros nos parecerían rebuscadas, y que para ellos son normales: ‘Le suplico presentarle mis respetos a su señora esposa’. Un mejicano jamás te dirá: ‘Aquí vivo’. Dirá ceremoniosamente: ‘Ésta es su casa’. Al final de una carta de negocios, donde un norteamericano pone dos palabras: ‘Yours truly’, un mejicano escribirá: ‘Hago propicia la oportunidad para reiterarle las expresiones de mi más alta y distinguida consideración y suscribirme como su afectísimo, atento y seguro servidor’…’.

Esa proliferación de palabras explica que los archivos españoles figuren entre los más copiosos de este mundo. El de Indias es un inmenso Mar Amarillo de papeles cuya fabricación debe haber motivado la desaparición de bosques buena parte de ambos continentes. A archivos como ése van los investigadores; buscan papeles, y con los datos que en ellos encuentran escriben libros que a su vez se archivan. Éste sí que es el cuento de nunca acabar.


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