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Asalto, muerte y dudas

Asalto, muerte y dudas
Periodismo
Noviembre 08, 2018 06:00 hrs.
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Noé Mondragón Norato › guerrerohabla.com

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Las sombras de la noche se convirtieron en sus mejores aliadas. Una camioneta Ford Explorer blanca y de modelo reciente llamó su atención. Iba veloz, pero el botín valía la pena. El riesgo se justificaba. Decidieron perseguirla en aquel Tsuru blanco habilitado como transporte. Se le emparejaron. Observaron en un santiamén, que el conductor iba solo. Por eso decidieron saltar al siguiente plan. Dejaron que el solitario chofer se adelantara de nuevo por la avenida principal de la colonia Morelos, en Acapulco. Literalmente, lo iban cazando.

Cuando el empresario del ramo papelero y propietario de las librerías El Partenón, César Zambrano Pérez, estacionaba desprevenido aquella ostentosa camioneta en su domicilio ubicado en la colonia El Mirador, decidieron actuar. Bajaron del Tsuru y de varias zancadillas, rápidamente se pusieron frente a él. Uno de ellos sacó un arma corta calibre 380. Le apuntó con determinación con el fin de inhibirlo. Meterle miedo. Con gritos exigieron las llaves de la camioneta. Pero Zambrano no se inmutó. Era claro que no la cedería con facilidad. Por eso, cuando uno de los forajidos se acercó con la intención de golpearlo con el puño, esquivó hábilmente el primer derechazo. Y se trenzaron en un corpulento abrazo. Forcejearon por unos segundos. Los pocos testigos que desde lejos vieron el incidente, no recuerdan con precisión en qué momento se escucharon las dos detonaciones del arma. Solo se percataron que, a los pocos segundos de que cesaran, el cuerpo de Zambrano se desplomaba herido de muerte.

En ese momento, uno de los asaltantes se acercó para tomar las llaves de la camioneta que el empresario en el rigor mortis, apretaba con fuerza en su mano derecha. Envuelto en ira y sin ningún tipo de compasión, le alcanzó a disparar otro proyectil

al cuerpo tirado, inerte e imposibilitado para defenderse. Se subió a la camioneta Ford Explorer y arrancó. En el Tsuru blanco lo siguió muy de cerca su compinche. Los dos vehículos se entreveraron fácilmente con los otros que anónimamente, circulaban por esa transitada avenida. La noche se los tragó. No se supo más de ellos. En la calle, el cuerpo de César Zambrano Pérez se desangraba. Algunos curiosos movidos por el morbo se acercaron para ’intentar ayudar’. Otros gritaban el consabido: ’¡llamen a la policía, que venga una ambulancia!’ Ni paramédicos ni ambulancias llegaron. Cuando sus familiares se lo llevaron en un automóvil particular todavía respiraba. Ya no llegó al hospital. Murió en el trayecto.

FGE: CELERIDAD INUSUAL.- Desde aquel viernes 26 de octubre en que ocurrió ese crimen, trascurrirían exactamente 11 días. El pasado martes 6 de noviembre la Fiscalía General del Estado (FGE) presentó a tres de los presuntos responsables de dicho homicidio. Dijo que los había detenido en Zihuatanejo cuando intentaban vender la camioneta robada. Pero hay cuando menos dos puntos que perturban: 1.- Ningún delincuente es tan ingenuo como para mantener en su poder el cuerpo del delito. Y lo peor: durante 11 días consecutivos. La FGE no informó sobre quiénes eran los potenciales compradores de la camioneta que, de acuerdo con versiones de la propia Fiscalía, los homicidas pretendían vender en la ridícula suma de 15 mil pesos. La sospecha apunta a la hipótesis de que el caso estaba siendo presionado fuertemente desde muy distintos sectores. Pero, sobre todo, del empresarial. Y había que proveerlo con urgencia, de una válvula de escape. 2.- Más que un ’arduo trabajo de inteligencia que permitió esa captura’, la FGE sembró muchas dudas. Entre las más visibles destaca una: la camioneta pudo ser abandonada por los delincuentes en algún lugar determinado. Y de ahí a construir lo demás, se torna más fácil. El fiscal Jorge Zuriel de los Santos Barrila, era el más interesado en darle una salida rápida a este espinoso caso. Porque los

trascendidos sobre su eventual renuncia al cargo crecen cada vez más. Y le urgía blindarse.

HOJEADAS DE PÁGINAS…Sin la Policía Preventiva Municipal operando, el alcalde morenista de Iguala, Antonio Jaimes Herrera, intentó una tibia reacción a la ola de violencia e inseguridad que azota a ese municipio de la región norte. Y pidió ayuda al Ejército para instalar retenes en las principales entradas de esa ciudad. Eso sí: ventiló un adeudo de 80 millones de pesos heredado por el exedil priísta, Herón Delgado Castañeda. Como maniobra distractora para justificar su incipiente incompetencia.

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