Los símbolos patrios


El escudo explica la corrupción, porque en rigor el águila no está devorando a la serpiente

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Los símbolos patrios
Periodismo
Febrero 24, 2015 15:25 hrs.
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Héctor Anaya/almomento.mx › todotexcoco.com

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El 24 de febrero, según el calendario cívico se celebrará la bandera mexicana (‘pendón de tres colores,/ amor de mis amores/ que nunca olvidaré’, según el poema escolar que ya nadie recita –o cabría esperar que ya nadie declame).

¿Pero cómo podrá festejarla el gobierno si el lugar donde nació (Iguala) y donde se despliega la más grande que hay en el país, fue hollada desde otra fecha histórica, el 27 de septiembre, con el asesinato de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa?

Es curioso además, aparte de hipócrita, que quien más impulsó la adoración del símbolo patrio de la bandera, fue quien menos honró el apego al país, el hombre que debería haber sido juzgado por el delito más vergonzante, el de traición a la patria, Ernesto Zedillo Ponce de León, refugiado en la metrópoli a la que se dedicó a servir: Estados Unidos.

Recuérdese cómo hundió al país en la deuda eterna (externa), para salvar a los bancos con el Fobaproa, luego IPAB, cómo malbarató los ferrocarriles en una venta de garage, para luego ir a servir como empleado de aquellos a quienes benefició y no hay que olvidar el genocidio cometido en Acteal, al cual declaró improcesable el gobierno de Estados Unidos, como prueba de agradecimiento por los favores recibidos.

Pues bien, este señor, a quien nadie consideró sospechoso en el asesinato de Colosio, aunque fue el principal beneficiario del crimen, promovió que en todas las astas oficiales ondearan las banderas más grandes que jamás se habían colocado, como para darle la razón al dicho popular «Dime de qué presumes y te diré de lo que careces», pues si alguien no se distinguió por su sentido nacionalista o amor a la patria, fue este personaje que decidió residir en el país, que es el «amor de sus amores». Si desde los tres años vivió en el país vecino, en Mexicali, donde cursó la enseñanza básica, el paso que le faltaba dar lo dio al finalizar su gestión presidencial, para presentarse en los Estados Unidos con el informe de ‘misión cumplida’. Antes, en la Universidad de Yale, había alcanzado los grados de Maestría y Doctorado.

Como ningún otro presidente, aunque sobrarían candidatos a partir de Miguel de la Madrid, es la prueba viviente de que el funesto embajador estadunidense y luego Secretario de Estado, Richard Lessing, fue profético y eficaz en su recomendación, formulada el 5 de febrero de 1924:

«México es un país extraordinariamente fácil de dominar, porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados Unidos. México necesitará de administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queremos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros».

Otro símbolo patrio, que deriva de Iguala, el de los tres colores, que dieron nombre al ejército que se declaró victorioso en la lucha por la independencia, el Trigarante, comandado por Agustín de Iturbide, que primero fue desleal al ejército español y luego a la naciente república, pues consiguió lo proclamaran emperador. Los colores patrios, la bandera tricolor y el ejército trigarante, que surgieron de Iguala, ya no tienen lugar dónde festejarse.

Además, contra toda disposición legal, se le han ‘franquiciado’ al PRI, a la Selección Mexicana de Futbol, a cualquier atleta destacado y hasta el más humilde boxeador que pelea en Estados Unidos y se sube al ring enfundado en calzones tricolores, sin riesgo de ser castigado, como hace algunos años le ocurrió a la bailarina uruguaya Eda Lorna, por haberse presentado en un cabaret con un biquini tricolor.

A otro símbolo patrio, el Himno, lo desgasta el gobierno al obligar a las estaciones de radio y televisión a repetirlo al comenzar o terminar sus trasmisiones, que debe ser una infortunada molestia para los programadores de música, por ser el único canto en español que figura en sus pautas.

Pero, ¿de qué sirve repetir el Himno, si la letra de González Bocanegra, la mayoría de la población no la entiende? El que esto escribe, en frecuentes conferencias pregunta al público qué significa ‘el bridón’ mencionado en su primera estrofa, como lo que todo buen mexicano debe proporcionar (aprestad), para la defensa de la Patria.

Otro amigo escritor-conferenciante usa otra frase del Himno, como prueba de la falta de entendimiento: ¿Por qué –según la letra del canto nacional– a la Patria le ciñe sus sienes de oliva un arcángel? Ambas preguntas casi nunca tienen respuestas. Y son muy sencillas: bridón es un caballo entrenado para la guerra y la oliva es símbolo de la paz, el arcángel es pacifista y el país también.

¿Quién le explica a los niños las palabras y las metáforas de un himno escrito en versos dactílicos heroicos hace 165 años, si ni siquiera el maestro o el padre de familia tienen claro si la tierra retiembla en sus ‘centros’, en su ‘centro’ o en sus ‘antros’, al sonoro rugir del cañón?

Y en cuanto al escudo, ¿con qué cara exige el Poder Ejecutivo o el Judicial al ciudadano que lo respete, si no tuvieron los arrestos para exigirle a Vicente Fox que no lo alterara? Pero, además, si Peña Nieto ya decretó que la corrupción es una cuestión ‘cultural’ en México, ¿por qué no se descara el Estado y acepta que en el escudo está marcado el destino del país? Porque es falso –como se explica en las escuelas– que el águila esté ‘devorando’ a la serpiente, pues para comenzar el águila no se atreve con una serpiente de ese tamaño, ya que en todo caso engulle, no ‘devora’, víboras más pequeñas, a las que traga enteras.

El escudo explica la corrupción, porque en rigor el águila no está devorando a la serpiente, sino que ‘le está dando una mordidita‘.

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