Se busca al chacal de la 260 de Cancún Quintana Roo torturó a sus dos hijos y que esposa


Con fracturas en ambos bracitos, un menor de 5 años de edad, una bebé de 5 meses, con un cuadro severo de desnutrición, y su madre, una joven de 24 años que presentaba golpes en distintas partes del cuerpo, fueron rescatados del infierno en que vivían al interior de un domicilio ubicado en la Región 260.

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Se busca al chacal de la 260 de Cancún Quintana Roo torturó a sus dos hijos y que esposa
Justicia
Julio 14, 2019 18:00 hrs.
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Su verdugo era el padrastro de uno de los menores, identificado como Cristian Giovanni T. P., quien se encuentra prófugo y que ha dejado no sólo cicatrices en el cuerpo de las tres víctimas, sino un trauma de por vida al menos para el niño que no es su hijo y con quien se ensañaba, pues a pesar de haber sido rescatado del trato inhumano, no podía levantar la mirada a las autoridades que llegaron a brindarle apoyo. Su semblante sumiso y los ojos de tristeza reflejaban el infierno que vivían a puerta cerrada.

Las huellas de la cruel tortura con agua hirviendo en su pequeño cuerpo parecía ya no sentirlas o simplemente ya no se quejaba por temor a ser lastimado por cualquier adulto que estuviera a su lado, lo mismo pasaba con sus fracturas. Todo esto se vivía dentro de cuatro paredes sin que los vecinos, que escuchaban los desgarradores gritos y llanto tanto de la madre como de los menores, se atrevieran a dar parte a las autoridades para detener el salvajismo con el que eran tratados.

Nada justifica el trato inhumano que Cristian Giovanni T. P., de 32 años de edad, originario de la ciudad de México, quien labora como bellboy en un hotel, le daba a su pareja sentimental, una joven mujer identificada como J. B. V., de 24 años, y a sus dos hijos, una niña de 5 meses de nacida y un niño de 5 años de edad, éste último quien a tan corta edad ha sentido los dolores más intensos, desde quemaduras con agua hirviendo en las partes más sensibles de su pequeño cuerpo, como huesos rotos a base de golpes.

Tampoco se justifica la indiferencia de los vecinos, para quienes era un secreto a voces lo que sucedía al interior de un humilde domicilio de la Región 260, donde seguido se escuchaban gritos, golpes y finalmente llantos, y de donde en ocasiones veían salir a la mujer con ’nuevos’ moretones en el rostro, producto de las golpizas de su pareja sentimental. Nadie era capaz de ponerle fin a la barbarie de la cual seguido hablaban y terminaban coincidiendo en que ese ’hombre’ violento, el día menos pensado terminaría con la vida de su familia, ya sea por un mal golpe o porque los frágiles cuerpos desnutridos y deshidratados simplemente, en medio de la cruel tortura, se rendirían, hasta la mañana de ayer cuando a través del número de emergencias 911 ingresó una llamada anónima alertando sobre una mujer y sus menores hijos, quienes permanecían prácticamente privados de su libertad.

Fue así como policías municipales, junto con el Grupo Especial de Atención a la Violencia Familiar y de Género (GEAVI), acudieron al lugar. Los mismos vecinos, al ver el movimiento, fueron guiando a las autoridades hasta el domicilio donde se encontraba la joven madre junto con sus dos hijos, a quienes la pareja sentimental había amarrado en un rincón de la casa, y como era costumbre, cada vez que salía a trabajar los encerraba bajo llave. Incomunicados, con hambre, pero más sintiendo dolor y miedo por las golpizas propinadas, la mujer volvió a suplicar ayuda, y gritó hasta que ’alguien’ logró apiadarse de ella y de los niños, cuyo llanto se mezclaba con el desesperado grito.

Los uniformados no podían creer que existiera un ser humano capaz de tratar así no sólo a su pareja sentimental, sino a su propia hija de 5 meses y al menor de 5 años, en quien descargaba toda su ira.

Lo poco que habían logrado ver a través de una ventana era devastador pero perdieron el aliento cuando por fin llegaron hasta ellos; fue necesario utilizar una escalera para ingresar por la parte trasera del domicilio, y cuando por fin lograron sacarlos a la calle, poco a poco fueron descubriendo las huellas de la tortura a la que eran sometidos.

La mujer presentaba moretones en diferentes partes de su cuerpo, estos habían sido a puño cerrado y a patadas, ya que cuando intentaba defender a su hijo cada vez que su pareja lo golpeaba, era el nuevo blanco y en ocasiones no era necesario defender a alguien, celos, machismo, o simplemente un complejo, lo hacían actuar de esa manera.

La bebé de 5 meses, al igual que la madre, presentaba un cuadro severo de desnutrición y deshidratación. A simple vista no se le apreciaban golpes, pero la mujer aseguró que el sujeto la había tirado al suelo donde le había dado una patada.

Se quedaron sin aliento al revisar al menor de 5 años, cuyas cicatrices en su pequeño cuerpo contaban su historia. A simple vista su mirada era el reflejo de una vida maltratada, el semblante sumiso y una voz temblorosa parecía que trataba de decir que se había dado por vencido, pero el horror no paraba y continuaba creciendo.

El frágil cuerpo que no representaba su edad debido a la desnutrición y deshidratación, y lo hacía lucir más pequeño e indefenso, y en él estaban plasmadas cicatrices y lesiones infectadas. En el costado izquierdo, espalda y pelvis tenía quemaduras de segundo grado echas con agua hirviendo; ambos brazos los tenía fracturados, aún así el pequeño no se quejaba de dolor, y finalmente, él, junto a su madre y hermanita, fueron trasladados a la Fiscalía Especializada en Delitos Contra la Mujer y por Razones de Género, ubicada en la región 94, lugar al que paramédicos de la Cruz Roja llegaron para trasladarlos hasta el Hospital, donde el pequeño y su madre permanecen hospitalizados en tanto la bebé, luego de permanecer en observación, fue resguardada por el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).

El verdugo Cristian Giovanni T. P., para no quedar en evidencia, evitaba llevarlos al médico, y con lo poco que tenían en casa la mujer los curaba. Sin embargo, las huellas de su agresión quedaron gravadas en los cuerpos de sus víctimas; la joven madre espera que las autoridades no se muestren indiferentes como quienes fueron testigos de las golpizas y no lograron ayudarla, y puedan dar con su paradero.

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