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El destructor de la patria ataca al creador de la nación

El destructor de la patria ataca al creador de la nación
Periodismo
Marzo 19, 2021 20:07 hrs.
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Rodolfo Villarreal Ríos › guerrerohabla.com

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A este escribidor, sus profesores de historia le enseñaron tres cosas: la primera que cuando tratara un tópico recurriera, preferentemente, a fuentes primarias con datos duros, pero sin dejar de lado las secundarias; la segunda, que confrontara todo tipo de opiniones que en ellas encontrara no importaba si las compartía o no; y, tercero que una vez realizado el análisis emitiera su opinión y conclusiones. De no efectuar ese proceso, al presentar un texto, aun cuando buscara venderse como historiador, en realidad no sería sino un copista simple, de los cuales hay muchos, que no se atreven a sostener la perspectiva propia por aquello de que alguien se moleste. Dado que mañana, 21 de marzo, se celebra el aniversario 215 del natalicio del Estadista Benito Pablo Juárez García, no faltara quien se aproveche para recetarnos, citando a alguien más, sobre las historias negras que a su alrededor crearon los huérfanos del maximilianismo y del lopezsantanismo. Acerca de lo que el destructor de la patria, Antonio de Padua María Severino López De Santa Anna y Pérez De Lebrón, opinaba sobre el constructor de la nación, Benito Pablo Juárez García, nos ocuparemos bajo la advertencia de que lo que revisaremos es un ejemplo de hasta donde puede llegar el cinismo y la desvergüenza.
Finalizaba 1870, era el 23 de noviembre, en las Bahamas, en Nassau, ahí había pasado los últimos cuatro años del exilio que iniciara tres lustros atrás cuando huyó de la Revolución de Ayutla. López De Santa Anna buscaba venderse como un ejemplo de patriotismo y dignidad. Apenas, el 13 de octubre anterior, el Estadista Juárez García había promulgado la Ley de Amnistía, en cuyo Artículo 1º se leía: ’Se concede amnistía a todos los individuos que, hasta el 19 del mes de septiembre próximo pasado, hayan sido culpables de infidencia a la patria, de sedición, conspiración y demás delitos del orden público, así como a los militares que hasta la misma fecha hayan cometido el de deserción.’ Esto dio pie para que en ’Mi historia militar y política: 1810-1874,’ editada en 1905, López de Santa Anna dedicara un capítulo para expresar su inconformidad por ser incluido entre los beneficiados por la medida.
Empezaba por narrar que, durante los días en que Maximiliano andaba acá, a él lo visitaba en Saint Thomas, Islas Vírgenes, el secretario de estado de los EUA, William Seward. Según la versión de López De Santa Anna, lo fue a ver porque quería que se encargara de echar fuera de México a los franceses. Ante ello, viajó a New York con el objetivo de ’equipar una expedición y recabar del presidente Juárez la autorización correspondiente y las órdenes que tuviera á bien librarme.’ Ninguna de las dos cosas se dio. No hubo quien lo financiara, Seward se negó a recibir una comisión que le envió y, por supuesto, el Estadista no iba a terminar echado en los brazos de aquel truhan quien buscaba imitar el oportunismo de su compañero en el drenaje de la historia, Agustín Cosme Damián, y aprovechar, dado que la derrota de los invasores ya estaba cerca, para aparecer como el gran general triunfante.
Decepcionado, se embarcó rumbo a La Habana. Cuando el barco ’Virginia,’ en el que viajaba, hizo escala en Veracruz, fue abordado por el comandante del vapor de guerra de los Estados Unidos ’El Taconi’ quien se lo llevó y le hizo pasar una noche a bordo de este. Después lo regresaron al ’Virginia’ para que continuara su viaje, pero al anclarse frente a Sissal, el comandante militar de la plaza lo detuvo, lo metió a una barcaza y lo regresó a Veracruz. Le recetaron unos días de meditación en las mazmorras de San Juan de Ulua. Ante este encierro, buscaba venderse como victima y argüía que su cuello estaba ’a la voluntad del sanguinario Juárez.’ Si el comportamiento del Estadista hubiera tenido esa característica, de ahí no sale vivo. Finalmente, fue echado de México y acabó en La Habana de donde, según López, el secretario Seward maquinó para que lo botaran y fue a parar a Puente de Plata, Republica Dominicana en donde se pasó 14 meses hasta que decidió irse a vivir a Nassau.
Hasta allá le llegó la noticia de la Ley de Amnistía emitida por Juárez García acompañada por las felicitaciones de los amigos del exiliado quienes ya lo veían de regreso a la patria. Sin embargo, su dicha se evaporó pronto y empezó a repartir insultos. Al respecto escribió: ’…fui interrumpido por mi constante perseguidor el indígena Juárez, que con siniestra mira escribió mi nombre entre los que él llamaba infidentes o sostenedores de la intervención y del imperio con el hipócrita pretexto de no comprenderme en la amnistía expedida por el Congreso nacional en favor de los que incurrieron en esa falta…’ Como de costumbre, López era presa de la memoria selectiva, no terminó luchando al lado de Miramón, Mejía, Márquez y otros debido a que cuando se ofreció al barbirrubio ofreciéndole su respaldo en la instauración de una monarquía, el austriaco ni siquiera le respondió. Pero de eso nada recordaba en 1870, y alegaba que ’comprendiendo la idea maligna de Juárez, fueme preciso nulificarla y al efecto escribí luego una protesta que imprimí y circulé…’ Sobre ella comentaremos a continuación.
Iniciaba su protesta como lo hacia al emitir sus decretos. ’Antonio López de Santa Anna, General de división: Benemérito de la Patria. Expresidente de la República mexicana: Gran Maestre de la nacional y distinguida orden de Guadalupe; Gran Cruz de la de Carlos III de España y de la igual clase del Águila Roja de Prusia; Condecorado con placas y cruces honorificas por acciones de guerra, etc.’ Sobre que significa cada una de esas insignias abordamos en nuestro texto anterior, salvo acerca de la última, instituida, en 1731 por el marqués, Jorge Federico Carlos de Brandeburgo-Bayreuth. Al revisar el listado de quienes han sido receptores de dicha condecoración en grado de caballero gran cruz, el nombre del jalapeño no aparece. El único mexicano acreedor a tal distinción ha sido el presidente José De La Cruz Porfirio Diaz Mori, a quien, en 1896, se la otorgo el ultimo káiser del Imperio Alemán y último rey de Prusia, Wilhelm II. Vaya usted a saber quién y cuando se le concedió a López De Santa Anna esa distinción de la que alardeaba. Pero regresemos a la protesta.
’En la triste pero tranquila isla Nueva Providencia aquí adonde las enfurecidas pasiones de un partido opresor no pueden alcanzarme y en donde espero con serena conciencia y firme fe el restablecimiento del orden y la justicia en mi desventurada patria para volver a su seno, viene a sorprenderme la nueva de haber publicado el gobernante de México una amnistía general por delitos políticos, en la que me incluye indebidamente, para hacer figurar mi nombre en la lista de los llamados infidentes.’ Como era usual en este tipo, la victimización por delante como si no fuera responsable de mil y una de las desgracias que la patria había sufrido. Eso era apenas el inicio.
Acto seguido clamaba: ’¿Con que derecho ese sátrapa me ha incluido en la referida amnistía? ¿Cuándo he sido traidor de mi patria? ¿Cuándo la he ofendido ni de pensamiento? ¿Quién se lo ha dicho? ¿En que se funda? ¿Por qué ese hombre sin conciencia me califica de infidente? ¡infidente! palabra vaga y sin valor en su boca: palabra de que se vale para alucinar a la hez del pueblo, único apoyo con que cuenta en su agonía.’ Traidor a la patria lo fue en ocasiones innumerables: cuando prefirió atender a Emily Morgan en lugar de estar aleta ente el enemigo; cuando firma los Tratados de Velasco y la Mesilla; cuando se alió con la curia a cambio de unos pesos; cuando actuó de manera dudosa ante la invasión estadounidense que concluyó con la perdida de la mitad del territorio; cuando se ofreció a Maximiliano. En ese mismo costal caben sus ofensas y opresión a quienes planteaban crear una nación. Por supuesto que con ese currículo le daba para calificarlo de infidente. Llamar sátrapa a Juárez y decir que quienes lo apoyaban eran la escoria del pueblo no hacia sino confirmar que López De Santa Anna trataba de proyectar en otro lo que él era y las características de quienes lo siguieron. Continuemos con la ’protesta’ de sujeto tan indigno.
Buscando la compasión redactaba que ’por mi patria he perdido un miembro importante de mi cuerpo, luchando contra invasores extranjeros: su fértil y hermoso suelo he regado con mi sudor y mi sangre, vigorizándolo al mismo tiempo con equitativas leyes; y sosteniéndolo incólume con un brillante ejército — hechura enteramente mía—digno de haber figurado en la nación más culta del mundo civilizado. El nombre de Santa-Anna oíase siempre cuando la patria se hallaba en peligro.’ Efectivamente, perdió la mitad de su pierna izquierda en La Guerra de los Pasteles, pero lo que omitió mencionar fue que más que su amor patrio, lo que lo llevó a combatir fue tratar de reivindicarse tras de la perdida de Texas y claro que hubo ingenuos que le compraron el gesto. Eso de que regó con sangre y sudor los campos, nadie lo puede negar, pero lo de leyes equitativas, pues simplemente los ejemplos de las referentes a los impuestos sobre perros, puertas y ventanas, así como la de imprenta, sirven para pintarlo tal cual fue. Acerca de un ejército al nivel de cualquiera en el mundo solamente cabía en su testa, de haberlo sido otra hubiera sido la situación ante los estadounidenses, una cosa era el boato y otra la acción. En cuanto a que siempre acudió al llamado cuando la patria peligraba, se hubiera ahorrado la respuesta pues el saldo que ofreció fue totalmente negativo.
Y luego apuntaba, ’mi voz entonces se confundía con el estruendo de los cañones: allí donde teníase que arrostrar la muerte para salvarla allí estaba yo… Mi patria siempre ha sido mi ídolo; y sus soldados mis hermanos ¡y ese mandarín sin antecedentes me califica de infidente! ¡infidente ‘el ¡Yo el caudillo decano de la República, que tuve la modestia sacrificando mi dignidad y amor propio de escribirle desde New York ¡cuando allá por las fronteras del norte se hallaba fugitivo, ofreciéndole mi espada para sacudir el yugo de los franceses, exponiéndome al grosero desaire que recibí. Desaire que debía yo haber previsto conociendo al individuo.’ Pues vaya idolatría y preocupación por salvar a la patria, la terminó destazando en todos los sentidos. Llamar mandarín como sinónimo de gobernante arbitrario, y además sin antecedentes, a Juárez era omitir lo que para entonces habían logrado el oaxaqueño y los HOMBRES DE LA REFORMA. Eso de que sacrificó su dignidad para ofrecerse a ir tras el invasor, ya lo mencionamos era una muestra más de su oportunismo, en verdad creía que Juárez compraba fábulas. Lo que sigue era lo que más dolía al destructor.
Lloriqueando escribía: ’Empero, por más que me llame infidente ese individuo revoltoso |de cuyo pretexto se ha valido para vender mis valiosos bienes a un vil precio, dejándome sin pan ni albergue, después de haberme privado de mis sueldos, ganados con tantos sacrificios en el último tercio de mi vida y mutilado; todos los hombres honrados de mi nación saben muy bien á que atenerse sobre este particular.’ Pues si nada le dejaron, ¿Entonces de que vivía en Nassau, de la caridad publica? Eso de que su fortuna la hizo de sus sueldos y de manera honrada era una historia para que la creyeran personas con problemas neuronales.
’Este rasgo de la característica hipocresía de Benito Juárez, me impulsa pues, a protestar enérgicamente, como lo hago, en la parte que me corresponde y a la faz del mundo pensador, contra el falaz indulto con que intenta humillarme. Si; de ese Juárez, símbolo de crueldad, cuyos servicios y hechos con caracteres de sangre hallan marcados, para vergüenza nuestra, en las ruinas de nuestros sagrados templos y en la bárbara y horrenda hecatombe del cerro de las Campanas en Querétaro de ese Juárez que, como los gusanos roedores, ha ido constantemente, bajo pretextos utópicos de libertad, aserrando los puntales que sostienen nuestro frágil y vacilante edificio social y barrenando la firme roca de nuestras creencias religiosas’ Mas que protestar, debió de haberse mostrado agradecido de que no lo hubieran llevado al paredón para lo cual méritos no le faltaban. A pesar de la edad no dejaba de echar machincuepas al tratar de aparecer como defensor de sus antiguos socios quienes lo acabaron traicionando, así se dan las cosas entre tipos de esa calaña, les quitaron los templos y los que fue necesario los echaron abajo. Salía con que era muy devoto y buscaba erguirse como el defensor de la curia, mientras que de paso se lamentaba que a Maximiliano lo hubieran fusilado, ni en eso mostraba dignidad pues olvidaba el desprecio que le endilgó el austriaco.
’De ese Juárez, en cuya mano derecha jamás se vio brillar la espada del caballero ni la del soldado para defender á su patria; pero si la pluma del buitre para decretar proscripciones, secuestraciones de bienes y asesinatos. De ese Juárez, que me hizo sufrir una horrorosa prisión en las. mazmorras del castillo de Ulua. á consecuencia de la pirática captura que hizo de mi persona su digno subordinado gobernador de Sisal, extrayéndome de un extranjero buque de pasajeros, atropellando los derechos internacionales y de gentes. Si no mandó asesinarme entonces para saciar su infernal zana, no fue fortuita de voluntad, ni menos por remordimiento de su villana acción, [ordenando se me encausase como traidor; de cuyo lazo salí a pesar suyo, honrosamente]; fue, lo diré de una vez. por sobra de cobardía como sucede a todo tiranuelo cuando al través de sus crímenes entrevé la flamígera espada de la inexorable justicia.’ Don Benito no requirió blandir espada alguna, su carrera no era la de las armas para lograr sus objetivos empleaba la fuerza de la razón, algo de lo que carecía el gallero de Manga de Clavo. De que el oaxaqueño tenía la mano dura, ni quien lo dude, de haber sido un blandengue se hubiera quedado en Guelatao cuidando ovejas. Sin embargo, no era ningún criminal, de haberlo sido, López De Santa Anna no sale vivo de San Juan de Ulua. Para cerrar su perorata, el desterrado vierte la hiel acumulaba en cantidades inconmensurables.
’Finalmente, de ese Juárez que, cual la boa constrictora del Senegal que rodea y comprime su víctima hasta consumirla, tiene al infeliz México en estado de aniquilamiento doloroso ¡Ah! ¿Y ese es el prohombre que se atreve tan cínicamente á incluir en dicho indulto á un prócer de su nación; al que consolidó la independencia en las riberas del Pánuco tan gloriosamente; al que en Veracruz rechazó e hizo reembarcar á los franceses, perdiendo en la memorable jornada su pierna izquierda; al que se batió con constancia en los campos de la Angostura, Cerro Gordo y Valle de México improvisando ejércitos? (¡irrisión! ¡horrible sarcasmo! ¡atrás el miserable y Su perdón lo desprecio, prefiero mil veces la muerte á bajar mi encanecida cabeza al VERDUGO de mi patria.’ Como siempre el caudillo amo y señor del ’yo yo.’ Eso de que improvisaba ejércitos, ni quien lo dude, además de que con esa afirmación se desdecía de que los poseía a la altura de los mejores del mundo. ¿En verdad había alguien que pudiera creer que, al eliminar lo que era un conglomerado de feudos para construir una nación, Juárez aniquilaba a México? López De Santa Anna debió estar agradecido de ser incluido en la amnistía y de que no lo declararan traidor en fuga, pero que se podía esperar de un fulano de tal catadura.
’No es el proceder noble y humanitario de los filantrópicos y dignos representantes de mi nación que impugno en esta protesta. No ¡vive Dios! mi corazón reboza de contento al ver que existen en mi país hombres de elevados sentimientos que han sabido domeñar a la fiera, obligándole a firmar con su ensangrentada y sacrílega mano una ley que hubiera con feroz alegría destrozado con sus dientes. Lejos, muy lejos de mis hidalgos sentimientos está de zaherir ni rechazar la obra de conciliación de la Honorable Cámara de Diputados que acaba de abrir las puertas de la patria á un número considerable de proscriptos ciudadanos á quienes lógicamente hablando el epíteto de infidentes. llámense ¡traidores según Juárez |, es capciosamente aplicado. ¡Salud a los nobles representantes del pueblo mexicano! Reciban |ellos solos] esta espontánea manifestación mía como una prenda de mi buena fe, y como una prueba de mi satisfacción.’ Como de costumbre, mediante el halago fácil buscaba incautos que cayeran en sus redes y lo volvieran a aplaudir. Alababa a unos tratando de contraponerlos con Juárez a quien le quitaba todo el merito de trabajar por conciliar y conjuntar a la nación.
’Mi pecho estallaba de justa indignación; y tiempo era ya que rompiese un silencio que pudiera dar pábulo a equivocas interpretaciones Mis apóstrofes y recriminaciones se dirigen única y exclusivamente contra el malvado Juárez; ese indio oscuro [que fenomenalmente rige los destinos de mi nación para rubor nuestro y oprobio de la humanidad] que pretende empañar mi patriotismo y servicios de toda mi vida.’ Otra vez ’la burra al trigo,’ Nunca el patriotismo fue la divisa de López De Santa Anna quien buscaba erigirse como el prohombre al cual todos deberían de rendirle pleitesía. Efectivamente, Juárez era indígena, tenía la piel oscura, gobernaba como debe de hacerse, con mano firme, y no rendía pleitesía a saltimbanquis.
’¿Dónde existía, donde se hallaba ese miserable cuando yo conquistaba la independencia de México, fundando después con mi espada en las ardientes playas de Veracruz la República, de la que tan celoso guardián ostenta hoy ser? ¿Dónde, dónde estaba, cuando hollados nuestros derechos por los invasores franceses en 1838, en aquella ciudad la metralla de Baudin hacia derramar la sangre mexicana mezclada abundantemente con la mía?’ En 1821, Juárez estaba en el Seminario de Santa Cruz estudiando gramática latina. En 1825, tomaba cursos de latín, filosofía y teología, materias que López De Santa Anna no era capaz de entender, para escabullirse de acabar convertido en cura. En 1838, tras de haberse titulado de abogado cuatro años antes, Juárez era nombrado secretario interino de la Primera Sala del Tribunal Superior de Justicia del Departamento de Oaxaca. Si por miserable se entiende el que no posee fortuna, definitivamente Juárez no poseía más que la de su valor intelectual.
’Estaba, como la hiena en su hediondo reto, esperando la destrucción de los caudillos para aprovecharse después de sus despojos como lo ha hecho últimamente. Repito hasta con náuseas: ¡atrás! ¡atrás el monstruo!’ Efectivamente, de eso se trataba de que ya no hubiera más caudillos sino dar paso a una nación de instituciones. Pero eso, López De Santa Anna no lo podía aceptar, lo suyo era el poder absoluto y la sumisión.
Cuando se revisa lo que escribió el destructor de la patria, López De Santa Anna, acerca del Estadista Juárez García, no queda duda sobre la estatura histórica de uno y otro. Aun cuando han aparecido quienes, al igual que en el caso de Agustín Cosme Damián, buscan convencernos de que Antonio de Padua María Severino no todo el tiempo obró mal, y hasta buscan justificar sus villanías mientras a toda costa, en aras de lo que ellos llaman la objetividad histórica, tratan de convencernos de que el Estadista Benito Pablo cometió errores, por supuesto que fueron muchos. Sin embargo, a pesar de eso fue capaz, al frente de los HOMBRES DE LA REFORMA, de construir una nación. Ese simple hecho es más que suficiente para celebrar el 21 de marzo este y todos los años por venir, nosotros asumimos nuestra responsabilidad como estudiosos de la historia y no tememos emitir opiniones sustentadas en el análisis objetivo. vimarisch53 @hotmail.com
Añadido (21.11.35) Lo que se in inició, el 27 de abril de 2013, con un reclamo comedido en el entorno de www.eldiariodetaxco.com, hoy llega, con esta, a 400 colaboraciones en www.guerrerohabla.com. Nuestro agradecimiento al periodista José Arroyo Reyes por dar cabida en ambas paginas electrónicas a estos escritos semanales con los que continuaremos mientras se nos permita.
Añadido (21.11.36) Ahora nos sale con que hay que promover la creación de un nuevo orden mundial. Da toda una serie de recomendaciones de cambios, pero ninguno que esté relacionado con su negocio. En realidad, lo que pretende es volver a los tiempos en que el CEO de la transnacional más antigua era el que otorgaba el beneplácito para x o y persona fuera el gobernante en determinada región y quien era investido, según lo determinaba el ocupante en turno del cargo, por la gracia del Gran Arquitecto.
Añadido (21.11.37) ¿Será una muestra de que este ciudadano cuando tiene problemas en su casa le pide al vecino que se los arregle para después acusarlo de entrometido?
Añadido (21.11.38) Cuatro décadas atrás, decenas de jóvenes mexicanos, a cualquier hora del día, la noche o de la madrugada, podían disfrutar la belleza escénica y la paz que imperaba en Boulder, Colorado. Hoy, una turba de desadaptados ha convertido esa ciudad en un campo de batalla. Cuanto han cambiado las cosas.

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