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23 marzo, 2021.-Al subir a mi cavalier 87 prendí el radio y escuché a Talina Fernández quien estaba afuera de un hospital de Tijuana: anunció que Colosio había sido víctima de un atentado.
Frené de sopetón, en medio de la nada y comencé a llorar. Una bala le había estallado en la cabeza y otro perforado el estómago. Lo peor estaba por venir. Murió minutos después.
El crimen contra Colosio nunca fue esclarecido y su muerte nos abrió los ojos. México no había entrado al primer mundo ni mucho menos.
El hecho fue un recordatorio de que había un país que seguía arrastrando el lastre de la desigualdad, la autocracia y el germen de una violencia que persiste hasta nuestros días.
La semilla por su sacrificio aún está por germinar.