Por Julio Tapia
Han pasado diez años desde aquella negra noche del 26 de septiembre de 2014, en que México, se llenó de sangre e indignación, y en Iguala, Guerrero, tuvo lugar uno de los más emblemáticos episodios de violación a los derechos humanos en la historia de nuestro país.
Los hechos sucedieron cuando un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, de entre 17 y 25 años, acudió a la ciudad de Iguala, Guerrero, ubicada en ese mismo estado, con la finalidad de ’tomar’ autobuses que requerían para participar en la conmemoración del 2 de octubre, que cada año mantiene viva en México la memoria de esa represión contra estudiantes acaecida en 1968.
El 26 de septiembre la respuesta de las autoridades no fue la ordinaria: Policías Municipales de Iguala abrieron fuego contra los estudiantes para impedir que salieran de la ciudad con los autobuses. De esta manera, auxiliados por otras corporaciones y por civiles, los policías lograron cerrar el paso a cinco autobuses tres que transitaban por una calle céntrica y dos que lo hacían por una calle periférica. En esos dos escenarios fueron detenidos 43 estudiantes que habrían de ser desaparecidos, además de 6 personas ejecutadas, entre ellas 3 normalistas.
El presidente Peña Nieto y López Obrador, manifestaron en su momento, públicamente dar con la verdad y los responsables, al día de la fecha, no hay avances, no hay responsables, no hay verdad, peor aún, no importa en la agenda política de ningún candidato.
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