EN LA OPINIÓN DE…/
RICARDO SANHER
Muchos mexicanos fieles seguidores, no de Morena sino de Andrés Manuel López Obrador, se preguntan por qué éste ha perdido tanta popularidad y credibilidad en sólo dos años de gobierno. La respuesta es simple y a la vez paradójica. Simple porque hasta lo que va de su sexenio, que esperamos sea sólo sexenio, no se han dado resultados positivos contundentes en ninguna de las áreas sensibles del país, ya sea en seguridad, salud, economía, transparencia y un largo etcétera. Muy lejos y’.
Paradójica, porque a pesar del descalabro tan fuerte que sufrió en las elecciones pasadas, abandonados quedaron sus tres mandamientos que profirió días después que tomó posesión de su cargo como Presidente Constitucional: ’No mentir, no robar, no traicionar no fue suficiente y aún conservó buena parte de su poder político que le dan los votos, aunque se extendió al interior del país que le dio dividendos en 11 de las 15 gubernaturas que estuvieron en juego.
Cierto que ganó más de la tercera parte de los estados donde se vivieron elecciones y que en casi todas ellas se sintió la mano del crimen organizado, por lo que eso hizo recordar la ocasión, estando de gira, que bajó de su camioneta para saludar de mano a María Consuelo Loera Pérez, madre del narcotraficante más famoso que México ha conocido, Joaquín Guzmán Loera, ’El Chapo’. Ese apretón de manos para muchos significó la firma de un pacto de no agresión y colaboración entre el narco y el gobierno federal.
Pero esto no fue suficiente motivo para tapar el hecho de que perdieron gran parte de su bastión y corazón, quizá sea porque la Ciudad de México es la zona geográfica más politizada del país, también que sea la sede de más centros de estudio de nivel medio y superior, donde por excelencia habita la clase media ’aspiracionista’ que el tabasqueño tanto desprecia, pero se tiene la seguridad que los estados donde Morena y sus partidos satélite ganaron y después que padezcan como la CDMX, abran los ojos.
Porque a muchos mexicanos les quedó muy claro que los tres mandamientos de López Obrador (no mentir, no robar y no traicionar) son letra muerta que se desdibuja ante una realidad que golpea en la cara, pues desde el principio AMLO le ha mentido al pueblo, ya que aseguró un no rotundo a la militarización y está próximo a enviar al Congreso la adición de la Guardia Nacional al Ejército, la militarización de la construcción del Aeropuerto de Santa Lucia, del Tren Maya, la guardia y custodia de las aduanas.
Se comprometió a acabar con la corrupción y lejos de ello ha solapado a Manuel Bartlett, a su hermano Pío, a su prima Felipa, a Irma Eréndira Sandoval y sus casas no declaradas, a Zoé Robledo y los contratos que benefician a su familia; al hampón de Epigmenio Ibarra, a quien benefició con un préstamo y el perdón de impuestos que no había pagado y otro largo etcétera.
A todo lo anterior se suma la traición a la confianza de los mexicanos que creyeron en sus palabras y en la transparencia de sus actos que dan sustento al ataque a las instituciones que son dique a su ambición voraz y para muestra unos botones: Ocultan por 5 años plan de Santa Lucía; AMLO y transparencia: el gobierno de la 4T reserva investigación sobre Cienfuegos hasta 2028; Sedena reservó por 5 años información del aeropuerto de Santa Lucía ante ’bombardeo legal’: AMLO; Reserva la 4T datos sobre venta de avión presidencial; Reservan 5 años daños por ordeña, Pemex alega ’seguridad nacional’; Pemex pone en reserva por 5 años información de grandes proyectos; Secretaría de la Función Pública reserva información sobre venta de acero del NAIM; Reservan por 5 años información del caso Ovidio; El gobierno reserva por 5 años los contratos para las vacunas Covid-19; Fonatur reserva por 5 años los estudios clave sobre el Tren Maya: Hacienda reserva por 5 años detalles sobre coberturas petroleras.
Todo lo anterior son encabezados de medios de comunicación serios, en éstos, señor Presidente, encontrará seguramente el porqué de su derrota en la Ciudad de México y se espera que rectifique el camino y tenga la sabiduría de llevar al país mínimo al lugar donde estaba cuando usted tomó el timón. Bien dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
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