7 de marzo de 2016 EN LAS NUBES

Para que no se nos olvide

Para que no se nos olvide
Periodismo
Marzo 07, 2016 23:43 hrs.
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Carlos Ravelo Galindo › Portal Mexiquense.com.mx

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Carlos Ravelo Galindo, afirma:
El 13 de febrero último el Papa Francisco, en Palacio Nacional, se dirigió a las autoridades del país, civiles, militares, judiciales y eclesiásticas, en presencia del cuerpo diplomático. Muchos de aquellos no lo entendieron o lo fingieron. Como hicimos no pocos de nosotros. Para enmendar ese desatino peculiar en lo oficial o al me importa poco, nos permitimos reproducir, íntegro, el mensaje del sucesor de San Pedro.
Contundente sobre la impunidad. La tolerancia. La indiferencia de nuestras autoridades, lo hizo sin aturdir. Fue cauto. Pero severo. Rígido en modo amable. No elevó la voz. No subrayó desencantos. Pero dejó un legado de acusaciones, que se perdieron en el “animo” de los comunicadores.
Vaya se diluyeron en la mención de su ilustre visita.
Fue un discurso oficial. No eclesiástico:

“Le agradezco, señor Presidente, las palabras de bienvenida que me ha dirigido. Es motivo de alegría poder pisar estas tierras mexicanas que ocupan un lugar especial en el corazón de las Américas
Hoy vengo como misionero de misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella.
Al buscar ser buen hijo, sigo las huellas de la madre, y quiero, a su vez, rendirle homenaje a este pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad.
En su persona, Señor Presidente, quiero saludar y abrazar al pueblo mexicano en sus múltiples expresiones y en las más diversas situaciones que le toca vivir.
Gracias por recibirme hoy en su tierra.
México es un gran País. Bendecido con abundantes recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo largo de todo su vasto territorio.
Su privilegiada ubicación geográfica lo convierte en un referente de América; y sus culturas indígenas, mestizas y criollas, le dan una identidad propia que le posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y especialmente valorar.
La sabiduría ancestral que porta su multiculturalidad es, por lejos, uno de sus mayores recursos biográficos.
Una identidad que pienso rico a valorar, estimular y cuidar.son sus jóvenes.



El Papa Francisco en México
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fue aprendiendo a gestarse en la diversidad y, sin lugar a dudas, constituye un patrimonio rico a valorar, estimular y cuidar. Pienso, y me animo a decir, que la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven; sí, son sus jóvenes.
Un poco más de la mitad de la población está en edad juvenil. Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana.
Da esperanzas y proyección. Un pueblo con juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su vez, nos desafía positivamente en el presente.
Esta realidad nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir el México que queremos. El México que deseamos legar a las generaciones venideras.
También a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres, justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común.
Este «bien común» que en este siglo XXI no goza de buen mercado.
La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos. Tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte. Causa sufrimiento y frena el desarrollo.
El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos.
Han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado. Y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona.
Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el vuestro, tienen que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la sociedad.

El Papa Francisco en México
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construcción de «una política auténticamente humana» (Gaudium et spes, 73) y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte. A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial
trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su
propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad
humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales
indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva,
un ambiente sano y de paz.

Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre
necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno,
con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el
desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas
instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales.

Le aseguro señor Presidente que, en este esfuerzo, el Gobierno mexicano puede contar con
la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que
renueva su compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la edificación de
la civilización del amor.

Me dispongo a recorrer este hermoso y gran País como misionero y peregrino que quiere
renovar con ustedes la experiencia de la misericordia como un nuevo horizonte de
posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz.

Y me pongo bajo la mirada de María, la Virgen de Guadalupe, pido que me mire, para que,
Por su intercesión, el Padre misericordioso nos conceda que estas jornadas y el futuro de esta tierra sea una oportunidad de encuentro, de comunión y de paz.

Muchas gracias.

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