¿Seguimos arañando solo la superficie de las cosas?


¿Seguimos arañando solo la superficie de las cosas?
Política
Julio 02, 2020 14:17 hrs.
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Aquiles Cordova Morán › Portal Mexiquense.com.mx

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Me llama la atención y me sorprende la cantidad de columnas y artículos de opinión que se preocupan por la próxima visita del Presidente de México a la Casa Blanca, ’invitado’ por su amigo el presidente Donald Trump. Todos coinciden, creo que con razón, en que de ese viaje solo nos vendrán males en el futuro, pero me sorprende que también coincidan en invitar a López Obrador a renunciar al proyectado encuentro. Me da la impresión de que tales llamados presuponen que las cosas en el país andan más o menos bien y que la situación puede descomponerse a causa del imprudente viaje presidencial.

Con motivo de las numerosas y violentas manifestaciones ’antirracistas’ de la comunidad afronorteamericana a raíz del asesinato por asfixia de George Floyd a manos de un policía blanco de Mineápolis, me atreví a pronosticar que era una nueva explosión espontánea, una nueva llamarada de petate, como decimos en México, muy justa y bien fundada como todas las que hemos visto con anterioridad pero que, igual que éstas, acabaría disolviéndose por sí sola una vez calmada la furia y el enojo momentáneos de la masa, sin haber logrado nada significativo. Que la calma y la disolución llegarían tanto más pronto cuanto más violentas y destructivas fueran las manifestaciones, porque la catarsis colectiva es directamente proporcional a la furia de la protesta. Y, desgraciadamente, así parece estar ocurriendo.

Mi explicación de esta inútil repetición del ciclo crimen de odio racial-explosión violenta y pasajera de la masa, es decir, del hecho reiterado de que al mismo crimen racial (en esencia) se responda siempre de la misma manera, a pesar de que se conoce de antemano su nulo resultado; de que no se obtenga jamás ningún aprendizaje, ninguna valiosa lección para responder mejor a la próxima embestida, consiste en la falta absoluta de verdadero liderazgo entre los afronorteamericanos, un liderazgo bien formado y capacitado para explicar a sus hermanos de raza la verdadera naturaleza económico-social del racismo; que se dedique de tiempo completo a organizarlos y a educarlos en esa idea y que, sobre esa base social, formule un plan de lucha sistemática y de largo plazo, con objetivos precisos y bien definidos. La esterilidad de ese ciclo ataque-respuesta, siempre idéntico a sí mismo, sin ningún avance en la liberación de los discriminados, obedece a la superficialidad de su análisis del problema. No logran entender que la verdadera responsabilidad no radica en el policía abusivo, ni en el juez que lo exculpa, ni siquiera en el gobierno mismo, sino en el capitalismo salvaje y depredador que impera en su país. Y que es contra éste que hay que dirigir la lucha. Mientras esto no ocurra, seguirán patinando en el mismo lugar.

Pienso que en México no andamos mucho mejor. Que también aquí somos rehenes involuntarios del pensamiento superficial, un pensamiento que nos vuelve impotentes para encontrar la causa profunda de nuestros problemas y para plantear acertadamente la solución a los mismos. Así me explico la desmesurada importancia que los medios le están dando al viaje del presidente a Washington y a los daños que nos vendrán como consecuencia del mismo, olvidándonos de que, si no todos, una buena cantidad de esos daños ya están presentes entre nosotros, son ya una realidad cotidiana y no un hipotético peligro futuro. Es cierto que las cosas podrían ponerse peor con el viaje presidencial, pero si entendemos el fondo de la cuestión, estaremos de acuerdo en que, ni los que ya son ni los que pueden ser, se remedian con evitar la visita presidencial a EE.UU. La raíz del mal está en la visión que el presidente tiene de la problemática nacional y en el remedio que nos está recetando para curarla, una monumental equivocación cuyos frutos tampoco hay que adivinar; ya están aquí, son una realidad lacerante que los mexicanos sufrimos en carne propia todos los días y a todas horas. Nuestra preocupación, entonces, no debe enfocarse en el viaje presidencial; no debemos perdernos en el empeño de convencerlo de que lo suspenda (un empeño más inútil aún, si se tiene en cuenta la personalidad del presidente),

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